«Paisajes Turísticos» Micaela de Vivero

Enero 6 – Enero 30

DE LOS FETICHISMOS DE LA EXPERIENCIA TURISTICA

X. Andrade

La figura del turista es, en sí misma, una experiencia turística a la inversa.  Los «nativos» en todo lado se han visto, inexorable y agresivamente, expuestos a la presencia reiterativa de hordas provistas de cámaras digitales y mercados genéricos que proveen camisetas y otros souvenirs equivalentes e intercambiables.  La dinámica turística, de hecho, se fundamenta en la construcción de un tipo de mirada, una que es especular al constituir un espejo de reflejos diferenciales.  El poder del turista se expresa en la inevitable cosificación que promueve el encuentro con los habitantes locales.  Clasificados y encasillados como «nativos», son vistos como tipos sociales antes que como sujetos de historias particulares.  Pancartas humanas que exhiben su folklorismo en el intercambio de servicios con los visitantes, apéndices de un impulso organizador del paisaje que deslinda artificialmente la contaminación humana del paisaje arquitectónico, arqueológico o «natural» con la finalidad de ver, en la condición de mero visitante la razón de ser de su flujo global.

El encuentro turístico se basa, pues, en la redacción de una forma peculiar de antropología:  aquella que sitúa a los sujetos dentro de un paisaje para brindarles una agencia meramente estática y, a la vez, estética.  Siluetas disfrazadas de autenticidad que posan prestos y provistos de su mayor sonrisa.  Nada escapa al azar en la organización de este tipo de experiencia turística, ni siquiera la propia presentación personal de los visitantes en sus voraces formas de consumo.  Objetos seleccionados en un mundo consumista que se halla organizado bajo la lógica del supermercado, sólo que esta vez en las repisas se presentan castillos medievales, iconos de la arquitectura posmodernista, iguanas, monumentos, placas históricas, parques temáticos o industriales.  Todos ellos a ser aprehendidos bajo el registro de una mirada que demanda como prótesis-mediador-de-la-experiencia al visor de una cámara.  La fotografía permite la apropiación de un paisaje naturalmente mercantilizado y cumple una función clave dependiente de sentimientos, también intercambiables, de nostalgia derivados del movimiento entre paisajes, escenas, países, y fronteras.

En el tipo de supermercado de la memoria que se va constituyendo mediante este intercambio, hay un objeto que condensa la dinámica del encuentro turístico en tanto práctica de exposición de estructuras de poder desigualmente constituidas, un flujo que va directamente de la experiencia del consumo material a la nostalgia sobre dicho consumo que, a su vez, debe ser materialmente registrada.  Ese objeto es la camiseta.  En su inocente y cotidiana apariencia, y decorada con las más simplistas consignas destinadas a dar cuenta de una apropiación turística fragmentaria, la camiseta rinde simultáneamente un papel ideológico como una proclama de la libertad adscrita a los flujos globales, y, un papel económico como expresión de las condiciones de explotación más infernales que facilitan a estos últimos.  Siendo una suerte de lobo feroz disfrazado bajo el algodón procesado por millones de ovejitas de maquiladora, la camiseta es la última expresión del ocultamiento fetichista de la mercancía en el capitalismo tardío.  Y también de la mercantilización y el  fetichismo propios a la experiencia del turista, crecientemente viajando a lugares reales para tener experiencias virtuales, simulacros amigables de paisajes exóticos y supervigilados que son trasladados como memoria a través del circuito de las camisetas.  Mientras que el turismo mercadea incesantemente nuevos destinos a la manera de «paquetes», y el museo de los souvenirs se expande al infinito, la camiseta como objeto mantiene los códigos de etiqueta propios del tipo de encuentro que la industria promueve sin un ápice de inocencia.

La capacidad irónica para revertir o parodiar, para mimetizarse o simular, el propio simulacro dialógico del espacio turístico radica en la inscripción por parte de Micaela Vivero de otro tipo de textos (citas, referencias a la historia de un lugar, y a la historia del arte) en el cuerpo de las camisetas.  Y en la superposición del cuerpo de la artista/turista/terrorista sobre diferentes fondos mientras posa para retratos en apariencia equivalentes e intercambiables pero que, mediante textos inscritos manualmente, se constituyen en comentarios sobre contextos específicos que incluyen, entre otros, los de las propias instituciones del arte, y las divisiones entre «centro» y «periferia».  En consecuencia, las postales que recogen este tipo de presencia abren la posibilidad de leer las historias paralelas que constituyen paisajes que de «espontáneos», «naturales» y «auténticos» tienen tan poco como los propios paquetes turísticos con sus toures grupales guiados, los milagros del santo local, o los infaltables y almibarados cocteles de bienvenida.

Guayaquil, noviembre 19 de 2007


X. Andrade es un antropólogo urbano que trabaja sobre temas de renovación urbana y economías visuales en Guayaquil, Ecuador.  Profesor asociado de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y Presidente de Full Dollar, Inc., una empresa de antropología que trafica en los circuitos del arte contemporáneo, www.experimentosculturales.com/full-dollar/home.html