El sueño de Bolívar produce monstruos, Graciela Guerrero


El trabajo de Graciela Guerrero permite realizar, a través de representaciones de violencia que atraviesan nuestra cotidianidad, una jovial indagación en torno a distintas facetas de conflictividad social. Las reelaboraciones que logra en diversos medios (video, escultura, instalación) potencian la contaminación estética de repertorios iconográficos perversamente manipulados en los entrecruces de la comunicación de masas, el entretenimiento y la cultura popular. Tras su lúdica poética opera sin embargo un agazapado filo crítico que, como un espejo, devuelve en términos simbólicos decidores matices del disparatado legado histórico de nuestro tiempo.

En la serie de esculturas ¡Extra! ¡Extra! la artista monumentaliza las caricaturizaciones de hechos delictivos que aparecen en la prensa amarillista; aquí aparenta señalar la ironía que encierra este subterfugio, empleado como respuesta a las nuevas normas constitucionales que prohíben mostrar fotografías de las víctimas de la violencia. En el trío de videos pertenecientes a la Suite Barry White se muestra una cascada de imágenes que lidian con las convenciones de representación del crimen y el castigo en los mass media, invocando tangencialmente las aristas más provocadoras de los debates y reformas legales en el país, como la delincuencia, el narcotráfico, la llamada justicia indígena, la libertad de prensa y la responsabilidad ética y social de los medios.

La video instalación Auge y decadencia de América Latina acentúa el carácter tragicómico del trabajo de la artista, hilvanando en ella una gran metáfora del devenir del panamericanismo a la luz del crispado escenario ideológico de la región; lo hace a través de uno de los poquísimos referentes culturales que realmente comparten los países de esta “vecindad”: El Chavo del 8. Esta visión pesimista se confirma en Infiernillo, una instalación que juega libremente con imágenes derivadas de los nichos del cementerio guayaquileño para reinterpretar el clima que abriga al resto de obras, y que bien puede ser símil del presente político ecuatoriano. Retumban aquí, como ecos, los dejos moralizantes del discurso hegemónico y la fantasmal amenaza del enraizamiento de un régimen punitivo.

Guerrero plantea sus obras como un guiño desconcertante: confiando en la certitud de una lectura cómplice, pero a la vez sembrando duda sobre sus verdaderas intenciones: la inasibilidad integral del punctum crítico en ellas. La invocación goyesca en el título de la exposición permite, sin embargo, enfocar estos trabajos como nuevos “caprichos”, cada uno encerrando incisivas sátiras del decadente contexto social y político que vivimos, el cual, hoy más que nunca, duerme el más profundo sueño de la razón.

Rodolfo Kronfle Chambers

Fiscal

Galería de fotos. Imágenes de la inauguración, conversatorio y la muestra.