Piel de Navaja, Wilson Pacha

Comentario Crítico

Cristobal Zapata

LA GRUTA DEL CÍCLOPE

(LA FERIA Y LA FIERA EN LA PINTURA DE WILSON PACCHA)

¿Dónde estriba la importancia de Paccha en el arte ecuatoriano contemporáneo? Por lo pronto es el más imaginativo de los artistas que trabajan con la cultura popular, inventor de un lexicón simbólico personal y dueño de un conjunto de estilemas único, con los que ha elaborado centenares de paradojas visuales que contrarían y subvierten discursivamente el orden establecido, pues, como anota Barthes a propósito de Sade: «La subversión más profunda (la contracensura) no consiste forzosamente en decir lo que choca a la opinión, la moral, la ley, la policía, sino en inventar un discurso paradójico (puro de toda doxa): la inventiva (y no la provocación) es un acto revolucionario: sólo se puede verificar en la fundación de un nuevo lenguaje». La provocadora y poderosa vitalidad del trabajo de Wilson Paccha, con su extravagante imaginería, su extroversión cromática y su incesante interrogación del espacio plástico, ha tenido el mérito de romper nuestros presupuestos perceptivos, ampliando a su vez nuestro repertorio visual. Sin embargo, la verdad y novedad que libera su obra es tan escandalosa que todavía produce resquemores y urticarias entre el público adocenado y bienpensante. Es comprensible: desde los extramuros, como un dinamitero o un «terrorista del pincel» (según su propia expresión), Paccha deposita en el corazón de la ciudad un cóctel explosivo, un «bolo de lodo suburbano» que envuelve y salpica con su pringue a las buenas conciencias citadinas, al tiempo que desmantela con su cínica carcajada toda forma de corrección política, los protocolos verbales y la etiqueta de la cultura oficial.

La genealogía de ese desparpajo temático y cromático, como sus estrategias compositivas, hay que rastrearlas en varias fuentes sincrónicas y diacrónicas (las dos canteras sobre las que todo artista desarrolla su obra), íntimamente ligadas a la cultura popular. Las canteras sincrónicas, inmediatas, son el entorno barriobajero y marginal dentro del cual el artista ha desplegado su vida y su obra, y la cultura de masas (dibujos animados, cómics, cine y televisión), que le proporcionan una parte de su material icónico; mientras sus fuentes históricas o diacrónicas quizá debamos buscarlas en la cultura carnavalesca y el realismo grotesco, brillantemente estudiados por Mijail Bajtín en su libro La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais.

Por un lado, como en la literatura de Rabelais, Sterne o Gógol, en los cuadros de Paccha la comida, el vestido y la sexualidad, ostentan un carácter festivo carnavalesco; por otro, su bestiario está lleno de monstruos (El Vampiro del Machángara en Canoa), idiotas (La rueda de la fortuna, Mongolito fashion) y payasos (Payaso gil), enanos (La  mujer más pequeña del mundo) y gigantes (Gulliver), tullidos (Cumpleañero solitario) y deformes (Leporinus tremens, La Cholicienta); en su pintura el cuerpo (como en algunos cuentos de Pablo Palacio y otros tantos de Huilo Ruales) asoma imperfecto e incompleto, y allí estriba precisamente su filiación grotesca, en tanto la deformidad es uno de los fundamentos estéticos del realismo grotesco.

Permisividad, exceso, inversión y travestismo, son los elementos que constituyen y definen el Carnaval, y que irrumpen ostensiblemente en la obra pacchiana, pues el Carnaval, concebido como «fiesta de la alteridad gozosa» -en palabras de Victor I. Stoichita y Anna María Coderch-, entraña «la alegría ante la diferencia triunfante (alegría ante el desorden y ante el caos, vistos como el reverso del orden y del cosmos)». En el delirante e hilarante universo de Paccha todo está permitido, todo puede suceder. Ya en una de sus pinturas tempranas, Presión 1 sobre presión 2 (1995), el artista indaga en su otredad, en su dualidad sexual, pintándose como un ser bifronte (macho y hembra al mismo tiempo). En la serie Autorretrato, el mismo artista opera con su cuerpo una inversión sexual pintándose como un hermafrodita en la seductora pose de una odalisca o una doncella de Ingres; no menos andrógino es su busto ejecutado a  la manera de una escultura griega (Hombre-maniquí), y está finalmente el tríptico dedicado a los Travestis. No hay personaje que el artista no pervierta, invierta, travista, en su ánimo carnavalizante de burlarlo y rebajarlo, de coronarlo para luego destronarlo.

Aunque los espacios familiares, cartografiados, política y geográficamente acotados, no han desaparecido de su obra, el gran giro que opera la pintura reciente de Paccha es la invención de paisajes extraños, «extra-terrestres», los dominios alienígenas. Unos y otros, los recintos natales y los «foráneos» son lugares fuera de lugar, pues no sólo que las cosas están trastornadas, trastocadas metafórica y espacialmente, sino que en tanto atraen elementos diversos e incompatibles, fundan singulares heterotopías, según el célebre término acuñado por Foucault para nombrar estos espacios diferentes y de lo diferente, entre los cuales destaca las heterotopías crónicas -ligadas al ritual de la fiesta-, como «las ferias» y «los pueblos de vacaciones». Las ferias son «esos maravillosos emplazamientos vacíos al borde de las ciudades que se pueblan, una o dos veces por año, de barracas, de tenderetes, de objetos heteróclitos, de luchadores, de mujeres-serpiente, de lectores de la buenaventura…» (¡Parece una descripción rápida de la obra de nuestro artista!), mientras las vacaciones «ofrecen una desnudez primitiva y eterna a los habitantes de la ciudades»; ese ocio veraniego y erótico que Paccha ha ilustrado en tantas visiones de la playa y los bañistas (Mis rayban, mi pollito y yo en la playa, Recogido, La panocha, Calentamiento global, etc.).

Adicionalmente, Paccha, actuando como una especie de cartoonist, ha dado vida a una serie de caracteres, ya sea a manera de dobles pictóricos del artista (Super Wilson, El Chacal), o en forma de personajes alegóricos, como Travis (inspirado en el legendario Travis Bickle de Taxi Driver), el Anacoreta, los Papilovers, o la misma Caperucita Roja, partida de antihéroes en tanto su aspecto y sus valores difieren radicalmente del héroe tradicional: esperpénticos, paranoicos y alienados, posibles prototipos del individuo contemporáneo.

Del mismo modo que ha explorado en soportes inéditos (pañuelos -la bandana es su insignia vital y artística-, baleros, huevos de avestruz, vestidos, ¡bailejos!, etc.), Paccha ha hecho de su cuerpo el significante más proteico y versátil de su proyecto artístico, empleándolo ya como sujeto de su obra, o como mera apoyatura visual, sometiéndolo a infinidad de maromas y performances (a lo Gilbert & George) en su necesidad de encarnar estratégicamente su identidad, dirigiendo su energía a desvelar la ficción de toda conformación identitaria normativa, para en su lugar postular una identidad plural, abierta, incierta.

Y como muestran sus cuadernos de apuntes, sus esquemas y dibujos preparatorios, todo este infierno con sus demonios adorables, este cielo con sus dioses reos, los ha urdido lenta, morosa y calculadamente, con la devoción de un enamorado, con la pasión de un asesino.

Cristóbal Zapata

Cuenca, noviembre 1, 2007.


Este texto es una versión abreviada por el propio autor del ensayo homónimo que compaña el catálogo Wilson Paccha, Piel de navaja, Cuenca, 2007.


Roland Barthes, Sade, Fourier, Loyola, Cátedra, Madrid, 1997, p. 148.

Victor I. Sotichita y Anna María Coderch, El último carnaval. Un ensayo sobre Goya, Siruela, Madrid, 2000, p. 83.

Michel Foucault, «Espacios diferentes», en Ética, estética y hermenéutica, Introducción, traducción y edición a cargo de Miguel Gavilondo, Paidós, Barcelona, 1991, p. 439.

Sobre el artista

Wilson Paccha  (Quito, 1972)

Estudió en la Facultad de Artes de la Universidad Central. En 1993 integra la Liga Latinoamericana de Artistas de la que se retira en 1997. Desde 1992 ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas dentro y fuera del país. Paccha ha representado al Ecuador en la IX Bienal de Grabado y Dibujo en Taipei, Taiwán y en la VII Bienal de Grabado y Dibujo en Vassa, Finlandia. Ha ganado 22 distinciones entre premios y menciones.

Fundador del Grupo Timbiriche S.A., conformado por Jimy Mendoza, Jorge Jaén, Wilson Paccha. Vive y trabaja en el Comité del Pueblo, Quito.